Veranos y conflictos Relación entre períodos de descanso y crisis de pareja

A propósito de veranos y conflictos: Julio de 2018, 26 grados a las seis de la tarde en Gijón.
Entran en consulta un chico y una chica, se presentan como pareja desde hace unos cuatro años.
Terapeuta: ¿Qué os ha movido a pedir consulta?
Ella: Desde hace tiempo estamos “desconectados”, solo discutimos…
Él: ¡Y eso cuando nos encontramos por el pasillo!
Terapeuta: ¿Cuándo recuerdas que ha ocurrido la última discusión?
Él: Mismamente anteayer.
Ella: Bueno…Y un poquito hoy al salir para la consulta…
Él: Desde que ha comenzado el verano y al igual que en el anterior, nuestra casa se hace un poco un infierno…
Terapeuta: Y… ¿A qué se debe tal infierno?
Ambos: Es imposible… discutimos por todo.
Terapeuta: ¡Ya! ¿Cuál o cuáles son esos temas de discusión?
Él, precipitadamente responde: “Que si hay que organizarse para hacer la tareas de la casa, que si nunca dices qué hacer, que si no quedamos con los amigos, si no salimos nada, que si estoy harta de esta rutina de vida, que si me gustaría sentirme más viva, que si no te haces cargo de los críos ni en vacaciones…”
Ella, antes de finalizar su pareja: “Es terrible Arcadio, se discute desde que nos levantamos hasta que llega la noche, todo es motivo de discusión, que si no tengo tiempo libre, que si no puedo ir a pádel, que si los críos dan mucha guerra, si es mejor estar trabajando…. Yo no aguanto más, está irascible e irrespetuoso, como cansado de estar conmigo y claro eso me desespera. No podemos seguir así y los críos enterándose de nuestras discusiones diarias. ¡No puedo más!”
Él: Bueno, en realidad estamos así desde que cogimos vacaciones, y lo peor es que aún queda agosto.

Este tipo de conversaciones son frecuentes en los inicios de la terapia con parejas. Llegados estos días tan esperados por todos, al ser entendidos como de relajación y parece que necesariamente de felicidad y descanso, el incumplimiento de estas expectativas los hacen insatisfactorios y deprimentes o irritantes.

Los interesados (pacientes) no entienden cómo les puede ocurrir a ellos, que normalmente coinciden en gustos, se comportan cariñosamente, responden de las cargas de cada uno… y se entienden, pueden llegar a situaciones de desenfreno iracundo dejando ver su otro yo.

Los interesados no entienden cómo es posible que no puedan superar dichas discusiones que cada vez son más arduas e inútiles.
“¿Qué nos pasa?”. Preguntan angustiados. “Si somos felices normalmente”.
Ocurren varias cuestiones a la vez, como siempre en la vida nada es sencillo y casi todo complejo, en este caso también resoluble.

Habitualmente, este tipo de crisis familiares de pareja son lo visible de un problema relacional de fondo, más complejo. El cual se agrava por el verano coincidiendo con un periodo en el cual las parejas pasan tiempo juntos. Menos habitual es que se trate de un problema puntual que pueda repetirse en los veranos por el mismo motivo, es decir, pasar tiempo juntos sin saber cómo o qué hacer por falta de costumbre.

Pensemos que mayoritariamente nos vemos o coincidimos poco con nuestras parejas.
Cuando somos “novios” o parejas de poco tiempo, se busca ese encuentro por regla general. Pasado un tiempo, ya cada uno precisa de su espacio y cuando se llevan años y aumentan las cargas, la relación se complica. El trabajo absorbe tiempo de ambos o de uno. En el primer caso, los dos precisan descanso y perciben las vacaciones en familia, como una carga; en el segundo caso, al menos una parte, espera no estar sol@ y al contar con la otra parte en casa, el que trabaja quiere descanso y desconectar.

Ambos casos, han perdido la habilidad para estar juntos y ha ido a menos la actitud proactiva de cooperar y ayudarse sin esperar mucho a cambio. Por otra, la rutina hace estragos y casi todos los movimientos del otr@ se dan por hecho y esperables, se piensa que la otra parte sabe lo que necesita y se deja de querer afectivamente, todo es rápido y puntual entre los dos.

Cuando llega este periodo, y me atrevería a decir que en muchos fines de semana también, no se sabe cómo actuar o cómo hacer para aprovechar el tiempo en familia (de pareja).

En esos momentos se valora más lo externo a la pareja. Se valora más las necesidades propias y se pierde de vista la relación entre ambos. Entonces llega el desacuerdo, la crispación y la crisis, “no sabemos cómo salir de esto”. En el caso de que también se incorpore el desamor se pensará que esta relación ya no interesa. Las parejas decidirán separarse o al menos una de las partes. Ocurre que al final del verano son muchas las parejas que dan por finalizada su relación caiga quien caiga.

Las rutinas de lo cotidiano van minando la capacidad de aprovechar el tiempo disponible. Se recurren a acciones que, por frecuentes, son cansinas y no llenan, y el ritmo de cargas familiares se hace insostenible. Solo en los veranos se comienza a entrever pero resulta difícil afrontarlo exitosamente pues están primando los intereses y necesidades particulares. (Se incluye también la visión o el sesgo del rol de género, ideario sexista de lo que debo y no debo de hacer en familia).

A voz de pronto y si la situación no es enteramente grave, se podría decir que esta situación tan cotidiana también forma parte del ciclo familiar, y por tanto se entiende como resoluble siempre que las parejas se pongan de facto manos a la obra y pacten soluciones habladas, o no, entre ellos que por útiles les ayude a superar esta crisis. Si bien es cierto que son muchas las veces que se decide erróneamente hacer “como si”, es decir, no querer ver, no querer afrontar o hacer que todo es perfecto. En realidad es más eficaz para ambos y para los niños si los hubiera, hablar y buscar salidas.

Cada pareja es un mundo y no existen recetarios genéricos para todas. Pero se podría plantear un plan de ataque, que pase por los siguientes momentos (siempre en espera del aprendizaje individual, de la actitud positiva de cada uno y de la práctica):

Reconocemos el problema y queremos solucionarlo: ¿Realmente quiero solucionar este problema de relación con mi pareja? Si ambas respuestas son sinceramente afirmativas, comentarlo entre ambos. Se deben encontrar “días del amor”. Momentos íntimos para hablar sobre estas cosas aunque sea fruto de la crisis. Ya solo en esos momentos, surgen infinidad de posibles soluciones. En caso contrario probar el paso siguiente.

Tener claro los motivos de la crisis y ver las estrategias para recuperar el tiempo juntos. ¿Qué cosas están ocurriendo con/en nuestro tiempo juntos? Si no tenemos reparto de funciones adecuado, si no sabemos cómo estar juntos, si no tenemos elementos comunes… se buscan y si no, se recuperan los “tenidos” (que haberlos los hubo siempre y han funcionado).

Planificar con tiempo lo que serán las vacaciones. No solo las de estar de “mariachi” por el mundo, también las de todo el verano, pero sin agobios. Pinceladas de lo que nos gustaría.

Pasar a la acción: dentro de estas ideas surgidas, ¿cuánto tiempo nos dedicaremos? (se incluyen paseos cogidos de la mano por el muro).

De vez en cuando hablar del tema y valorar la situación, mejor fuera del hogar para evitar nuevas discusiones.

Si aun así, la situación se hace insostenible, no dudéis en solicitar consejo ante profesionales de la terapia familiar. Os podrán orientar y ayudar a ver las soluciones que en vosotros mismos están.

El equipo de psicólogos en Gijón de pisquiastur puede ayudarte .

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